Paciencia, respeto mutuo y organización
- Natiuska Sánchez

- 11 sept
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Poner límites sanos en una clase es una de las decisiones más productivas que un docente puede tomar. Cuando el profesor cuida su energía, respeta sus tiempos de descanso y atiende también a su vida personal y familiar, su rendimiento en el aula se multiplica y puede superar las expectativas de sus estudiantes.
Paciencia no significa vivir una vida académica desorganizada, sin disciplina ni responsabilidad, para luego esperar que en un fin de semana se asimilen todos los contenidos sin esfuerzo. La verdadera paciencia se construye con planificación y compromiso.
En mis mentorías siempre resalto que el primer pilar de una relación educativa es establecer límites saludables entre alumno y profesor. La relación es formador–educando, y mantener esa línea clara y es beneficiosa tanto para los estudiantes como para el cuerpo docente. Incluso relaciones de otro tipo —como las amorosas— están descartadas en este contexto, precisamente para evitar confusiones emocionales y exigencias indebidas.
El segundo aspecto clave es entender que la paciencia requiere carácter y disciplina. Un alumno organizado, que cuida sus horarios y su energía, aprende mejor y se muestra más receptivo. No se trata de estudiar tarde por la noche solo por cumplir, sino de hacerlo con los sentidos despiertos y la mente preparada para asimilar el conocimiento. Lo mismo aplica para el profesor.

En estos 15 años de mentoría universitaria, he tenido la suerte de trabajar con estudiantes que me han dejado gratos recuerdos, en especial por el respeto que supieron demostrar hacia la relación alumno–profesor. Y estoy convencida de que cuando los límites son claros, la enseñanza se convierte en una experiencia más sana, productiva y enriquecedora para todos.


